En una época, estuve obsesionado con Norman Mailer. Éste fue mi homenaje. El texto se publicó en la Revista de San Carlos, no recuerdo hace cuánto.
“I feel that the final purpose of art is to intensify
–even, if necessary, to exacerbate– the
moral consciousness of people.”
Hip Hell and the Navigator,
entrevista con Richard G. Stern y Robert F. Lucid
Casi 20,000 caracteres para un tal Norman Mailer
Creo que a Mailer hay que darle el Nóbel; me parece que es una convicción que no solicita mayor análisis. Pero en estos tiempos de sobreanálisis, que no es otra cosa que seudoanálisis, más vale pertrecharse, camuflarse detrás de más palabras, decir para que no digan. Porque todos están diciendo. Así por ejemplo el comentario político, o peor aún, el comentario de guerra –incesante, desesperante, ritual insecto– es el género televisivo predominante de los noticieros norteamericanos. Luego el comentario de guerra se transformará en comentario de Marte, y así sucesivamente es como se mantiene ocupado un presupuesto, y la atención de las vacas carnívoras.
¿Es el premio Nóbel lo que antes fue? Porque uno mira un listado de los premiados, y qué firmas. Se diría que ya eran muy famosos al momento de recibir el premio (Mann, Gide, Neruda…), pero quizá es solamente porque uno lo está viendo desde el futuro, es decir, desde hoy. A lo mejor no eran tan famosos. ¿Quién es este Faulkner –talvez decía la gente– que ha ganado el Gran Premio? Otro anual desconocido.
Pongámonos serios. Un poco de audacia histórica no está mal, pero ¿por qué no dárselo este año de una vez a un consagrado, a un de veras yo quiero decir consagrado? Después de todo, la función de la presea es santificar a los santos, me parece, los meros pesos pesados: nunca dudan y apenas lloran. De tal manera nos vamos ahorrar ciertos errores, ciertos populares errores, de esos que la historia se traga en su risa de siglos con placer histérico, esos errores como no haber premiado a Borges, pendejos.
El genial entrevistado (I)
Yo no estaba de acuerdo con las ideas de Mailer, pero Mailer me enseñaba a tener ideas. Ahora estoy incluso de acuerdo:
–La ley de Malthus ha dejado de ser la de la excesiva procreación de los cuerpos y se ha convertido en la de la excesiva mediocrización de las psiques. (Una entrevista muy poco amable, entrevista con Paul Krassner.)
–La técnica importa muy poco, en última instancia. Pero si te preocupas continuamente de si estás creciendo o te estás deteriorando como hombre, de si tu integridad se está ablandando o afirmando, será en esta guerra lenta, en esta batalla de lentas recompensas que encaras contra la disminución del talento, donde podrás permanecer en forma como escritor; y tendrás conciencia. (Arte y conciencia, entrevista con Steven Marcus.)
–Por ejemplo, si un niño golpea a una anciana, quizás se está protegiendo a sí mismo mediante la descarga de una rabia que si se la dejara adentro bien podría hasta destruirle las células del cuerpo. (Conversación sobre la violencia, con W.J. Weatherby.)
–Si no has pagado el costo verdadero del amor o del coraje o de la abstención o de la disciplina o del sacrificio o del ingenio en medio del peligro, entonces tomar una droga psicodélica es vivir la vida del parásito; es apoderarse de dulzuras que no has ganado. (Vicios, entrevista con Paul Carroll, de Playboy.)
–De un modo u otro, tanto el pintor como el físico han introducido una ecuación en la sustancia de las cosas. En este sentido, he dicho que el artista y el físico están más cerca uno del otro que el artista y el propietario de la galería o que el físico y el ingeniero. (Sobre la ciencia y el arte, entrevista con David Young.)
–O bien el demonio trajo aquí la tecnología, o bien, lo que me parece más interesante, Dios hizo una alianza terrible. En cierto momento advirtió que Satanás había invadido a tal punto la tierra que El ya no podía dirigir los hombres hacia las estrellas… Así que había que hacer una alianza con la tecnología. La tecnología, ese espíritu, vino a visitarnos desde lo lejano. (En busca del demonio, entrevista con Richard Stratton.)
–He dicho que nos encontramos en una situación existencial cada vez que no podemos anticipar su final. (Estética existencial, entrevista con Laura Adams.)
–Estar casado con una mujer es el equivalente, me parece, de vivir en una cultura de importancia. Si usted está casado con una mujer y antes lo estuvo con otra, ha pasado por el equivalente de vivir cinco años en Inglaterra después de vivir cinco años en Francia. (Matrimonio, entrevista con Buzz Farbar.)
–Sabrá usted que hace unos años hice un libro sobre Henry Miller y él es un escritor pornográfico tan maravilloso, es decir, no sé si se califica a sí mismo de escritor pornográfico, y no quiero insultar al viejo, especialmente ahora que ha muerto, pero concedamos que ha escrito sobre sexo rampante como nadie lo ha hecho. Junto a él me siento como una tía virgen. (Encuentros sexuales con desconocidos, entrevista con Cathleen Medwick.)
–Recuerde a ese horroroso sacerdote que dijo: “No hay ateos en una trinchera”. Una afirmación como para que la gente se vuelva atea por veinticinco años. (Ética y pornografía, entrevista con Jeffrey Michelson y Sarah Stone).
–Creo que la mayoría de los escritores talentosos se arruinan porque carecen de la suficiente experiencia para conocer y aprender y entonces sus novelas propenden siempre a poseer cierta paranoide perfección que no es tan buena como los encrespados límites de la realidad. (Prisionero del éxito, entrevista con Paul Attanasio.)
–Se puede empezar con la idea de que la sustancia más maligna es el plástico y de que el modo de mejorar la sociedad es poner un gran impuesto al plástico y reducir todos los otros impuestos. (Un breve intercambio, con Anita Eichholz.)
–¿Qué tal si todo producto que se publicita tuviera que pagar un impuesto proporcional a lo que gasta en publicidad? (Desperdicio, entrevista con Michael Lennon.)
–He descubierto que no puedo escribir seriamente sin deprimirme. (El mayordomo loco, entrevista con Hilary Mills.)
–Si se utiliza la disciplina para realizar proyectos serios en la vida, llega un momento en que uno puede convertirse en esclavo de sus hábitos: entonces se debe buscar el salto existencial, el encuentro existencial. (La identidad del escritor, entrevista con Michael Lennon.)
–Cada vez que piensas en ti mismo te tienes que referir a dos identidades aparte: el campeón y el fraude. Y la economía de tu psique se empieza a recalentar, a trabajar de más. (Escritores y boxeadores, entrevista con Michael Lennon.)
–Ha habido, por ejemplo, matrimonios disueltos porque alguno de los dos leyó una novela y llegó a la conclusión de que la vida del personaje del libro era más interesante que la suya propia. Es doloroso leer una buena novela. Por eso hay pocos que lo hagan. (Ambiciones literarias, entrevista con Michael Lennon.)
–Y quiero agregar algo: Cuando se trata de muchas novelas, creo que conviene trabajar como los granjeros: rotar el cultivo. Si escribes una novela fáctica, realista y grande, espantosamente próxima a lo que sucede, será probablemente una buena idea que la siguiente la hagas lo más imaginativa que te sea posible. Así se produce una rotación de los cultivos cerebrales. (Algunas palabras sobre la escritura de novelas, Entrevista con Joseph McElroy y su taller literario de Columbia.)
–Estamos con un problema terrible en la actualidad: hemos llegado a un punto en que destruimos nuestra cultura a un ritmo superior que el que disponemos para crearla. (Pontificaciones sobre América y Europa, Entrevista con Barbara Probst Solomon.)
(Todas las citas han sido extraídas del libro Pontificaciones, Conversaciones con Norman Mailer.)
El genial entrevistado (II)
Norman Mailer me ha influido en tantos planos distintos, que ya no sabría ni por donde empezar. Muchos autores que quiero, admiro, de vez en cuando masturbo, me han mostrado la vía de la desilusión. Es decir me han mostrado la manera de renunciar a banales y vagos metales, los burdos metales, como se dice, las baratijas inquietas del alma. Y eso está bien. Pero luego no conviene permanecer así nomás, desencarnado y al aire como una herida abierta. Ha sido importante para mí leer a Mailer, porque Mailer no se resigna a la decepción; es un obseso de la escalada mental y de la vuelta de tuerca, y de la otra vuelta de tuerca, y la otra y la siguiente…; dispuesto rabiosamente a seguir adelante, como si de un imperativo moral se tratase (y de eso se trata), entabla una dialéctica (muy ocurrente, por veces virtuosa) y profundiza incluso a veces contra su propia comodidad y toda posición fija –o acaso se podría decir que su comodidad estriba en el movimiento. Mailer, entre otras cosas, ha cometido la impudicia de creer en Dios, ha cometido la otra impudicia de creer en un Dios que no es omnipotente, la tercera de creer en un Dios determinado por nuestra propia voluntad humana, o minado por la tecnología –así lo dicta la cuarta impudicia– que para el caso es una entidad alienígena (quinta). Mencioné cinco, pero hay por lo menos cien. Mailer piensa en sci fi; ¿para qué quiero leer a Baudrillard cuando puedo leer a Mailer?
Es decir que mi primera relación con Mailer fue de carácter intelectual, y no tanto literaria. No aprecio tanto a Mailer por sus conclusiones; lo aprecio más bien por enseñarme a no concluir. No es mejor leer a los pensadores por sus pensamientos poderosos; es mejor leerlos porque te enseñan a pensar por cuenta propia, es decir a cuidar tu talento y usarlo como un músculo que no se arrepiente, que no se distrae, que no se conforma.
Hombres duros bailando
Después de leer al entrevistado genial, leí al escritor de policíacos. Algo hizo muy inteligente Mailer: acercarse a la novela negra. ¿Por qué? Me parece que uno de los mayores peligros para un escritor es volverse periodista, o peor aún, intelectual. Casi sucumbió Mailer al periodismo (angular es su aporte a la historia del periodismo norteamericano, que no es decir nada). Y de hecho siempre fue un intelectual, pero todo ello lo compensó con la ficción, y lo compensó acaso con la ficción menos intelectual de todas: el policíaco. Por supuesto, libros como Los hombres duros no bailan o Un sueño americano aún revelan al maniático, al pensador, pero se trata de un pensador que sabe cómo poner una intriga en marcha. Dicho esto, hay que decir que Mailer no es un especialista o iniciado de la novela negra, simplemente la frecuentó en ciertas ocasiones.
Departamento de oncología
Mi tía murió de cáncer. A su hija, mi prima Miranda, le regalé en su momento La enfermedad y sus metáforas, de la Sontag. No sé, creo que los escritores tienen algo que decir al respecto de esta enfermedad. Mailer está obsesionado con el cáncer. Yo también, pero mi obsesión es vital, banal y necrológica (como la de todos, en suma) y sólo a veces literaria, cuando la de Mailer es siempre intelectual, audaz y originalísima. El cáncer es el vicario de todos mis temores; en el caso de Mailer, el vicario de sus temores y además de sus ideas. No hay otro escritor o ser humano que me haya revelado más verdades sobre el cáncer que Mailer. Antes estaba escrito en una de las paredes de mi cuarto, con marcador: “El cáncer es el desarrollo de la locura negada”. Firmado Norman Mailer, por supuesto. Encontré por estos días esta otra frase, en The spooky art: “Escribir le sirve a la psique solamente si el escritor descubre en el acto de escribir algo que no sabía antes que sabía. Es por eso que unos cuántos hombres han ido al infierno con tal de seguir escribiendo –Joyce y Proust, por ejemplo. Ser un escritor puede salvarlo a uno de la locura o del cáncer; ser un mal escritor puede llevarlo a uno de golpe al centro de la plaga.” (Traducción libre.)
¿Conservador o ultraloco?
Lo más divulgable que se puede decir de Mailer es que tiene una capacidad increíble para hacer aparecer ciertas verdaderas muy, muy conservadoras bajo una apariencia de audacia, novedad, y transgresión.Cuando Mailer te está diciendo que no es bueno masturbarse no te lo está diciendo como lo diría la señora vecinita católica. Mailer es un moralista en el gran sentido del término. Así pues, cuando se lee a Rochefoucauld uno termina con la misma sensación: de que se tiene que obrar de acuerdo al Dogma, pero por otras razones, por razones, justamente, que no son dogmáticas. El mejor remedio para alguien que necesita cambiar pero no está del todo dispuesto a pasar a los argumentos del enemigo es leer a Mailer. Gracias a Mailer cualquiera creería en Dios. ¿Qué más spooky que eso? Y el problema con Mailer es que te pone a pensar en Dios, pero te prohibe cualquier solución institucionalizada, básicamente previsible, al respecto.
También es ejemplar su visión de las mujeres, quiero decir de las mujeres feministas, tal y como se perfila, por ejemplo, en Prisionero del sexo. ¿Es posible decir por ello que Mailer es un machista? No, evidentemente. Mailer es un maniqueo que no tolera ningún maniqueísmo. Vaya, allí está la mejor definición de Mailer que he leído, y sucede que la he escrito yo.
Box y coraje: un existencialista americano
No es un vitalista de arcoiris: sabe perfectamente lo que es la ansiedad, lo que es un nervio exacerbado. En Norman Mailer opera una idea y estética: el existencialismo, pero no aquel que legó religiosamente Sartre, sino el suyo propio, el existencialismo de El negro blanco, más biológico y material, verificado en un cuerpo que puede ser verdad o cáncer, sexo o plástico. Define Mailer que “nos encontramos en una situación existencial cada vez que no podemos anticipar su final”. Para Mailer vivir existencialmente es vivir de acuerdo al coraje, como en un match de box. Desde luego, en el box no existen las geometrías: el corsé tecnológico ha sido sustituido por los guantes y la ceremonia concluyente del vencedor y el vencido. ¿Quién mejor que Mailer para relatar el combate Foreman/Alí? Aunque claro: ante un Hunter S. Thompson Mailer luce un poco demasiado intelectual, un poco demasiado profundo para nuestro gusto. Al fin de cuentas no es lo mismo hablar de Hemingway y directamente serlo. De igual manera, no es lo mismo ser vital por naturaleza que serlo por carencia, compromiso o mera neurosis. La virilidad no se compra con ideas. Pero eso sí: quizá las ideas nos pueden ahorrar un escopetazo. Con lo cuál se comprueba que todo es relativo: ¿hay algo menos viril que el suicidio?
Hombre de vanidades
Una biografía, una hoja más brillante o más mediocre en el árbol del viento y las vanidades, párpado o puñalada. Pero para efectos didácticos y para la clientela, recordemos algunos datos biográficos. Nació en 1923, Mailer, y transcurrió su infancia en Brooklyn. Le hubiese gustado a nuestro escritor una infancia más violenta, menos feliz, quizá. Después: estudios de ingeniería aeronáutica (¿?) en Harvard, asimismo estudios en La Sorbonne. La guerra, la segunda, lo lleva a las Filipinas. En realidad quería que lo mandasen a un frente más animado. Pero esa experiencia, y la propia ambición, le regalan un libro, y a los Estados Unidos una obra culminante de la guerra: Los desnudos y los muertos. Llega la fama a la vida del joven Mailer, como en su momento llegó al joven Capote. Esa fama le ocasiona serios problemas, no sabe en realidad cómo manejarla. Pero Mailer sigue escribiendo, y acumula así un lista nobelizante de libros, a saber: Barbary Shore, The Deer Park, el collage Advertisements for Myself, Why are We in Vietnam?, Ancient Evenings. Por Los ejércitos de la noche le conceden el National Book Award, el Pulitzer (y otro Pulitzer más por The Executioner´s Song, sobre el asesino Gary Gilmore). Se acercó a personajes fundamentales en libros como Marilyn, Oswald´s Tale: An American Mystery, Portrait of Picasso as a Young Man, Genius and Lust, The Gospel According to the Son (Marilyn Monroe, Lee Harvey Oswald, Picasso, Henry Miller, Jesucristo respectivamente). Director de películas, actor, escritor de guiones de cine y de teatro. Editor, vocero de la contracultura, reputado columnista, presidente del PEN. Boxeador. Se casó seis veces, tuvo nueve niños, aseguran distintos sites en internet. Sabemos que una de esas seis esposas –número particular, número de lo incompleto– fue apuñalada por el propio Mailer, una lindura, una burrada marginal. Es decir que Mailer empezó a somatizar sus ideas sobre el Psicópata de maneras interesantes. El chico bueno de Brooklyn se rebelaba. Le hubiese gustado a nuestro escritor una mujer que existiese un poco menos, quizá. Por si fuera poco, fue candidato a la alcaldía de Nueva York. Es un tipo complicado. Es un autor que ha recibido burla y respeto a partes iguales. No ha recibido el Nóbel, sin embargo. Pero lo merece.
Un cierto día de principios de septiembre
El periodismo objetivo no existe, velocísima mentira todavía en boga en las salas de redacción y durante los cursos pálidos –y no por pálidos menos delirantes– que ofrecen las facultades de Comunicación de Guatemala. Asumo que es un mal necesario. Pero dudo que sus principales propugnadores lo consideren así: un mal necesario. Entiendo que se pueda hacer un periodismo seco; es un periodismo político, sin asideros, que no permite impugnación. Pero, en los términos filosóficos más elementales, no se puede hablar de un periodismo objetivo.
En mi opinión, no solamente el periodismo objetivo no existe, además me parece que es mejor hacer un periodismo subjetivo a un periodismo seco. Se ha probado con creces que hay otras formas más reveladoras, menos mentirosas, menos pretenciosas, quiero decir, más auténticas, de hacer periodismo. Yo creo en el periodismo literario, en el periodismo de autor.
En la historia universal del periodismo los estadounidenses ocupan un lugar meritorio. Y entre los estadounidenses cabe a mencionar a todos aquellos que hoy son catalogados como parte de la escuela del Nuevo Periodismo. Discernir si la etiqueta es correcta o no ciertamente no es el propósito de este artículo. En todo caso, y para efectos prácticos, pondremos rápidamente en un mismo saco a Wolfe, a Capote, a Mailer. Así lo hace el resto del mundo.
¿Qué aportó Mailer?
El mundo es un dilema de pronombres. Puesto de otra manera, domina el mundo el que domina los pronombres personales. Hablo de una destreza poética y política que consiste en saltar del “yo” al “tú”, o del “nosotros” al “él”, del “tú” al “ellos”, y así sucesivamente y en el orden deseado. El novelista, al dominar el punto de vista, domina la psicología del ser humano. Alteridad pura, alquimia del otro.
El periodismo oficial se ha instalado neuróticamente en el pronombre “él” (y a veces, más raro, en “ellos”). Opina el Procurador, el Presidente o la Víctima. Es “él” quién opina. “Él” es un pronombre impersonal que infunde en el artículo, recíprocamente, un punto de vista impersonal, objetivo, omnisciente, decimonónico. Nos entendemos.
Aquí me parece apropiado hablar de Los Ejércitos de la Noche. Lo que hizo Mailer es bastante simple, pero revolucionario a su manera. Mailer se introdujo a sí mismo en la crónica de los eventos de la marcha de Washington de 1967, pero como si de alguien más se tratase. Habla de sí mismo en tercera persona. Así por ejemplo, en la segunda página encontramos: “Un cierto día de principios de septiembre, el año de la primera marcha contra el Pentágono, 1967, el teléfono sonó por la mañana, y Norman Mailer, siguiendo su principio del juego al azar, lo descolgó”.
¿Qué aporta Mailer aquí? Dos cosas, la primera siendo que al hablar de sí mismo de esta manera está matizando un paso intermedio entre la tercera y primera persona, y por lo tanto facilitando el tránsito alquímico entre un pronombre y el otro. La alquimia es la ciencia de convertir un cuerpo en otro. En el periodismo, la ciencia de convertir un cuerpo en otro se llama talento.
La segunda cosa que hizo Mailer al hablar de sí mismo en tercera persona es introducir el humor. El humor es la Gran Bruja Perseguida del periodismo. El humor es un tabú altamente cotizado. Porque, ¿cómo voy a hablar de los muertos–de–hambre, de los sidosos, de los asesinos seriales… con humor? Y sin embargo Mailer lo hizo: habló del más grande y espinoso episodio histórico de los EU (Vietnam) jugando.
He comprado, por jugar justamente, un libro que se llama 101 experiencias de filosofía cotidiana. Esta obra reúne 101 juegos excéntricos, lúdicos, risueños, como “correr por un cementerio”, o “provocarse un dolor breve”, o “ver a una mujer en la ventana”. El primero de los ejercicios es “llamarse a sí mismo”. Allí me tenían, llamándome durante veinte minutos a mí mismo, en distintos tonos y maneras: “Maurice, Maurice…” La verdad es que después de un rato empecé a creer en serio que alguién más me estaba llamando. Muy raro. Ahora piensen lo que puede significar escribir una novela entera en tercera persona. Más raro todavía.
“Pero, ¿es esto solamente un esparcimiento para usted?”, interrumpe el lector, suspendido en indignación. No, por supuesto. También hay una razón moral en todo esto, y es de Mailer: The reader is entitled to be aware of the bent of the man or woman pretending to be that quintessential impostor, the fair and accurate journalist.
A ver: encontré una mejor cita, con la misma idea, en español: “Idealmente, no sólo debes describir el suceso y recubrirlo con tu percepción del mismo, sino decir al lector: “Esta es la clase de hombre o de mujer que soy. Así capto el acontecimiento. Ahora usted, que me conoce a mí y conoce el acontecimiento, puede prescindir de mí y observar el acontecimiento; y sacar sus propias conclusiones. Pueden ser distintas a las mías”. (Algunas palabras sobre la escritura de novelas, Entrevista con Joseph McElroy y su taller literario de Columbia.)
El arte spooky
El patch work, el cut and paste. El último libro de Mailer se llama The spooky art, y reúne variadas ideas y textos de Mailer. Lo que hizo fue simplemente ponerlos todos en un mismo sitio. Esa manía totalizante y capitalizante de unidad (verificada en Advertisements for myself, en Pontificaciones, The Time of Our Time).
Es una buena introducción a Mailer. Especialmente si el lector además de leer desea escribir. Porque aquí encontrará una ancha cristalera de ideas –a un tiempo inquietantes, alimenticias– que deberían en principio remover algo en su interior de potencial interesado. Talvez se sentirá ligeramente mal… solamente recordemos que es normal sentirse mal: es la náusea que provoca estar consciente de un oficio tan complejo y tan ingrato: el oficio de hacer novelas. Y está todo: desde el aspecto formal de la obra de arte hasta la vida social del artista, el draft y las ideas (habla Mailer aquí de su teoría de los “cristales”), el periodismo, la moral, la identidad, el cuerpo y el inconsciente, incluso la magia, etcétera. Después de leerlo yo me fui a lavar las manos. Escribir es más difícil de lo que generalmente se piensa. Escribir no es solamente un asunto de pensar. Aunque eso ya sería suficiente. El novelista se deprime como un loco; ha permitido en su cuerpo una enfermedad larga, nobiliaria, que momifica todos los episodios y áreas de su vida. Mailer, a sus ochenta años, ha vencido lo suficiente esta enfermedad como para dejarnos una treintena meritoria de libros, lo que se dice una obra: una obra coherente. Dice Mailer en una entrevista: “Puede parecer petulante, pero creo que poseo una filosofía coherente. Creo que podemos empezar a conversar virtualmente de cualquier cosa y antes de terminar podría relacionar el tema con casi cualquier elemento de mi universo”. De igual manera, los libros de Mailer son necesarios entre ellos, se postulan y remiten unos a otros. Una bibliografía tan ineludible que uno se pregunta qué es lo que esperan en Estocolmo para darse cuenta de ello.
“I feel that the final purpose of art is to intensify
–even, if necessary, to exacerbate– the
moral consciousness of people.”
Hip Hell and the Navigator,
entrevista con Richard G. Stern y Robert F. Lucid
Casi 20,000 caracteres para un tal Norman Mailer
Creo que a Mailer hay que darle el Nóbel; me parece que es una convicción que no solicita mayor análisis. Pero en estos tiempos de sobreanálisis, que no es otra cosa que seudoanálisis, más vale pertrecharse, camuflarse detrás de más palabras, decir para que no digan. Porque todos están diciendo. Así por ejemplo el comentario político, o peor aún, el comentario de guerra –incesante, desesperante, ritual insecto– es el género televisivo predominante de los noticieros norteamericanos. Luego el comentario de guerra se transformará en comentario de Marte, y así sucesivamente es como se mantiene ocupado un presupuesto, y la atención de las vacas carnívoras.
¿Es el premio Nóbel lo que antes fue? Porque uno mira un listado de los premiados, y qué firmas. Se diría que ya eran muy famosos al momento de recibir el premio (Mann, Gide, Neruda…), pero quizá es solamente porque uno lo está viendo desde el futuro, es decir, desde hoy. A lo mejor no eran tan famosos. ¿Quién es este Faulkner –talvez decía la gente– que ha ganado el Gran Premio? Otro anual desconocido.
Pongámonos serios. Un poco de audacia histórica no está mal, pero ¿por qué no dárselo este año de una vez a un consagrado, a un de veras yo quiero decir consagrado? Después de todo, la función de la presea es santificar a los santos, me parece, los meros pesos pesados: nunca dudan y apenas lloran. De tal manera nos vamos ahorrar ciertos errores, ciertos populares errores, de esos que la historia se traga en su risa de siglos con placer histérico, esos errores como no haber premiado a Borges, pendejos.
El genial entrevistado (I)
Yo no estaba de acuerdo con las ideas de Mailer, pero Mailer me enseñaba a tener ideas. Ahora estoy incluso de acuerdo:
–La ley de Malthus ha dejado de ser la de la excesiva procreación de los cuerpos y se ha convertido en la de la excesiva mediocrización de las psiques. (Una entrevista muy poco amable, entrevista con Paul Krassner.)
–La técnica importa muy poco, en última instancia. Pero si te preocupas continuamente de si estás creciendo o te estás deteriorando como hombre, de si tu integridad se está ablandando o afirmando, será en esta guerra lenta, en esta batalla de lentas recompensas que encaras contra la disminución del talento, donde podrás permanecer en forma como escritor; y tendrás conciencia. (Arte y conciencia, entrevista con Steven Marcus.)
–Por ejemplo, si un niño golpea a una anciana, quizás se está protegiendo a sí mismo mediante la descarga de una rabia que si se la dejara adentro bien podría hasta destruirle las células del cuerpo. (Conversación sobre la violencia, con W.J. Weatherby.)
–Si no has pagado el costo verdadero del amor o del coraje o de la abstención o de la disciplina o del sacrificio o del ingenio en medio del peligro, entonces tomar una droga psicodélica es vivir la vida del parásito; es apoderarse de dulzuras que no has ganado. (Vicios, entrevista con Paul Carroll, de Playboy.)
–De un modo u otro, tanto el pintor como el físico han introducido una ecuación en la sustancia de las cosas. En este sentido, he dicho que el artista y el físico están más cerca uno del otro que el artista y el propietario de la galería o que el físico y el ingeniero. (Sobre la ciencia y el arte, entrevista con David Young.)
–O bien el demonio trajo aquí la tecnología, o bien, lo que me parece más interesante, Dios hizo una alianza terrible. En cierto momento advirtió que Satanás había invadido a tal punto la tierra que El ya no podía dirigir los hombres hacia las estrellas… Así que había que hacer una alianza con la tecnología. La tecnología, ese espíritu, vino a visitarnos desde lo lejano. (En busca del demonio, entrevista con Richard Stratton.)
–He dicho que nos encontramos en una situación existencial cada vez que no podemos anticipar su final. (Estética existencial, entrevista con Laura Adams.)
–Estar casado con una mujer es el equivalente, me parece, de vivir en una cultura de importancia. Si usted está casado con una mujer y antes lo estuvo con otra, ha pasado por el equivalente de vivir cinco años en Inglaterra después de vivir cinco años en Francia. (Matrimonio, entrevista con Buzz Farbar.)
–Sabrá usted que hace unos años hice un libro sobre Henry Miller y él es un escritor pornográfico tan maravilloso, es decir, no sé si se califica a sí mismo de escritor pornográfico, y no quiero insultar al viejo, especialmente ahora que ha muerto, pero concedamos que ha escrito sobre sexo rampante como nadie lo ha hecho. Junto a él me siento como una tía virgen. (Encuentros sexuales con desconocidos, entrevista con Cathleen Medwick.)
–Recuerde a ese horroroso sacerdote que dijo: “No hay ateos en una trinchera”. Una afirmación como para que la gente se vuelva atea por veinticinco años. (Ética y pornografía, entrevista con Jeffrey Michelson y Sarah Stone).
–Creo que la mayoría de los escritores talentosos se arruinan porque carecen de la suficiente experiencia para conocer y aprender y entonces sus novelas propenden siempre a poseer cierta paranoide perfección que no es tan buena como los encrespados límites de la realidad. (Prisionero del éxito, entrevista con Paul Attanasio.)
–Se puede empezar con la idea de que la sustancia más maligna es el plástico y de que el modo de mejorar la sociedad es poner un gran impuesto al plástico y reducir todos los otros impuestos. (Un breve intercambio, con Anita Eichholz.)
–¿Qué tal si todo producto que se publicita tuviera que pagar un impuesto proporcional a lo que gasta en publicidad? (Desperdicio, entrevista con Michael Lennon.)
–He descubierto que no puedo escribir seriamente sin deprimirme. (El mayordomo loco, entrevista con Hilary Mills.)
–Si se utiliza la disciplina para realizar proyectos serios en la vida, llega un momento en que uno puede convertirse en esclavo de sus hábitos: entonces se debe buscar el salto existencial, el encuentro existencial. (La identidad del escritor, entrevista con Michael Lennon.)
–Cada vez que piensas en ti mismo te tienes que referir a dos identidades aparte: el campeón y el fraude. Y la economía de tu psique se empieza a recalentar, a trabajar de más. (Escritores y boxeadores, entrevista con Michael Lennon.)
–Ha habido, por ejemplo, matrimonios disueltos porque alguno de los dos leyó una novela y llegó a la conclusión de que la vida del personaje del libro era más interesante que la suya propia. Es doloroso leer una buena novela. Por eso hay pocos que lo hagan. (Ambiciones literarias, entrevista con Michael Lennon.)
–Y quiero agregar algo: Cuando se trata de muchas novelas, creo que conviene trabajar como los granjeros: rotar el cultivo. Si escribes una novela fáctica, realista y grande, espantosamente próxima a lo que sucede, será probablemente una buena idea que la siguiente la hagas lo más imaginativa que te sea posible. Así se produce una rotación de los cultivos cerebrales. (Algunas palabras sobre la escritura de novelas, Entrevista con Joseph McElroy y su taller literario de Columbia.)
–Estamos con un problema terrible en la actualidad: hemos llegado a un punto en que destruimos nuestra cultura a un ritmo superior que el que disponemos para crearla. (Pontificaciones sobre América y Europa, Entrevista con Barbara Probst Solomon.)
(Todas las citas han sido extraídas del libro Pontificaciones, Conversaciones con Norman Mailer.)
El genial entrevistado (II)
Norman Mailer me ha influido en tantos planos distintos, que ya no sabría ni por donde empezar. Muchos autores que quiero, admiro, de vez en cuando masturbo, me han mostrado la vía de la desilusión. Es decir me han mostrado la manera de renunciar a banales y vagos metales, los burdos metales, como se dice, las baratijas inquietas del alma. Y eso está bien. Pero luego no conviene permanecer así nomás, desencarnado y al aire como una herida abierta. Ha sido importante para mí leer a Mailer, porque Mailer no se resigna a la decepción; es un obseso de la escalada mental y de la vuelta de tuerca, y de la otra vuelta de tuerca, y la otra y la siguiente…; dispuesto rabiosamente a seguir adelante, como si de un imperativo moral se tratase (y de eso se trata), entabla una dialéctica (muy ocurrente, por veces virtuosa) y profundiza incluso a veces contra su propia comodidad y toda posición fija –o acaso se podría decir que su comodidad estriba en el movimiento. Mailer, entre otras cosas, ha cometido la impudicia de creer en Dios, ha cometido la otra impudicia de creer en un Dios que no es omnipotente, la tercera de creer en un Dios determinado por nuestra propia voluntad humana, o minado por la tecnología –así lo dicta la cuarta impudicia– que para el caso es una entidad alienígena (quinta). Mencioné cinco, pero hay por lo menos cien. Mailer piensa en sci fi; ¿para qué quiero leer a Baudrillard cuando puedo leer a Mailer?
Es decir que mi primera relación con Mailer fue de carácter intelectual, y no tanto literaria. No aprecio tanto a Mailer por sus conclusiones; lo aprecio más bien por enseñarme a no concluir. No es mejor leer a los pensadores por sus pensamientos poderosos; es mejor leerlos porque te enseñan a pensar por cuenta propia, es decir a cuidar tu talento y usarlo como un músculo que no se arrepiente, que no se distrae, que no se conforma.
Hombres duros bailando
Después de leer al entrevistado genial, leí al escritor de policíacos. Algo hizo muy inteligente Mailer: acercarse a la novela negra. ¿Por qué? Me parece que uno de los mayores peligros para un escritor es volverse periodista, o peor aún, intelectual. Casi sucumbió Mailer al periodismo (angular es su aporte a la historia del periodismo norteamericano, que no es decir nada). Y de hecho siempre fue un intelectual, pero todo ello lo compensó con la ficción, y lo compensó acaso con la ficción menos intelectual de todas: el policíaco. Por supuesto, libros como Los hombres duros no bailan o Un sueño americano aún revelan al maniático, al pensador, pero se trata de un pensador que sabe cómo poner una intriga en marcha. Dicho esto, hay que decir que Mailer no es un especialista o iniciado de la novela negra, simplemente la frecuentó en ciertas ocasiones.
Departamento de oncología
Mi tía murió de cáncer. A su hija, mi prima Miranda, le regalé en su momento La enfermedad y sus metáforas, de la Sontag. No sé, creo que los escritores tienen algo que decir al respecto de esta enfermedad. Mailer está obsesionado con el cáncer. Yo también, pero mi obsesión es vital, banal y necrológica (como la de todos, en suma) y sólo a veces literaria, cuando la de Mailer es siempre intelectual, audaz y originalísima. El cáncer es el vicario de todos mis temores; en el caso de Mailer, el vicario de sus temores y además de sus ideas. No hay otro escritor o ser humano que me haya revelado más verdades sobre el cáncer que Mailer. Antes estaba escrito en una de las paredes de mi cuarto, con marcador: “El cáncer es el desarrollo de la locura negada”. Firmado Norman Mailer, por supuesto. Encontré por estos días esta otra frase, en The spooky art: “Escribir le sirve a la psique solamente si el escritor descubre en el acto de escribir algo que no sabía antes que sabía. Es por eso que unos cuántos hombres han ido al infierno con tal de seguir escribiendo –Joyce y Proust, por ejemplo. Ser un escritor puede salvarlo a uno de la locura o del cáncer; ser un mal escritor puede llevarlo a uno de golpe al centro de la plaga.” (Traducción libre.)
¿Conservador o ultraloco?
Lo más divulgable que se puede decir de Mailer es que tiene una capacidad increíble para hacer aparecer ciertas verdaderas muy, muy conservadoras bajo una apariencia de audacia, novedad, y transgresión.Cuando Mailer te está diciendo que no es bueno masturbarse no te lo está diciendo como lo diría la señora vecinita católica. Mailer es un moralista en el gran sentido del término. Así pues, cuando se lee a Rochefoucauld uno termina con la misma sensación: de que se tiene que obrar de acuerdo al Dogma, pero por otras razones, por razones, justamente, que no son dogmáticas. El mejor remedio para alguien que necesita cambiar pero no está del todo dispuesto a pasar a los argumentos del enemigo es leer a Mailer. Gracias a Mailer cualquiera creería en Dios. ¿Qué más spooky que eso? Y el problema con Mailer es que te pone a pensar en Dios, pero te prohibe cualquier solución institucionalizada, básicamente previsible, al respecto.
También es ejemplar su visión de las mujeres, quiero decir de las mujeres feministas, tal y como se perfila, por ejemplo, en Prisionero del sexo. ¿Es posible decir por ello que Mailer es un machista? No, evidentemente. Mailer es un maniqueo que no tolera ningún maniqueísmo. Vaya, allí está la mejor definición de Mailer que he leído, y sucede que la he escrito yo.
Box y coraje: un existencialista americano
No es un vitalista de arcoiris: sabe perfectamente lo que es la ansiedad, lo que es un nervio exacerbado. En Norman Mailer opera una idea y estética: el existencialismo, pero no aquel que legó religiosamente Sartre, sino el suyo propio, el existencialismo de El negro blanco, más biológico y material, verificado en un cuerpo que puede ser verdad o cáncer, sexo o plástico. Define Mailer que “nos encontramos en una situación existencial cada vez que no podemos anticipar su final”. Para Mailer vivir existencialmente es vivir de acuerdo al coraje, como en un match de box. Desde luego, en el box no existen las geometrías: el corsé tecnológico ha sido sustituido por los guantes y la ceremonia concluyente del vencedor y el vencido. ¿Quién mejor que Mailer para relatar el combate Foreman/Alí? Aunque claro: ante un Hunter S. Thompson Mailer luce un poco demasiado intelectual, un poco demasiado profundo para nuestro gusto. Al fin de cuentas no es lo mismo hablar de Hemingway y directamente serlo. De igual manera, no es lo mismo ser vital por naturaleza que serlo por carencia, compromiso o mera neurosis. La virilidad no se compra con ideas. Pero eso sí: quizá las ideas nos pueden ahorrar un escopetazo. Con lo cuál se comprueba que todo es relativo: ¿hay algo menos viril que el suicidio?
Hombre de vanidades
Una biografía, una hoja más brillante o más mediocre en el árbol del viento y las vanidades, párpado o puñalada. Pero para efectos didácticos y para la clientela, recordemos algunos datos biográficos. Nació en 1923, Mailer, y transcurrió su infancia en Brooklyn. Le hubiese gustado a nuestro escritor una infancia más violenta, menos feliz, quizá. Después: estudios de ingeniería aeronáutica (¿?) en Harvard, asimismo estudios en La Sorbonne. La guerra, la segunda, lo lleva a las Filipinas. En realidad quería que lo mandasen a un frente más animado. Pero esa experiencia, y la propia ambición, le regalan un libro, y a los Estados Unidos una obra culminante de la guerra: Los desnudos y los muertos. Llega la fama a la vida del joven Mailer, como en su momento llegó al joven Capote. Esa fama le ocasiona serios problemas, no sabe en realidad cómo manejarla. Pero Mailer sigue escribiendo, y acumula así un lista nobelizante de libros, a saber: Barbary Shore, The Deer Park, el collage Advertisements for Myself, Why are We in Vietnam?, Ancient Evenings. Por Los ejércitos de la noche le conceden el National Book Award, el Pulitzer (y otro Pulitzer más por The Executioner´s Song, sobre el asesino Gary Gilmore). Se acercó a personajes fundamentales en libros como Marilyn, Oswald´s Tale: An American Mystery, Portrait of Picasso as a Young Man, Genius and Lust, The Gospel According to the Son (Marilyn Monroe, Lee Harvey Oswald, Picasso, Henry Miller, Jesucristo respectivamente). Director de películas, actor, escritor de guiones de cine y de teatro. Editor, vocero de la contracultura, reputado columnista, presidente del PEN. Boxeador. Se casó seis veces, tuvo nueve niños, aseguran distintos sites en internet. Sabemos que una de esas seis esposas –número particular, número de lo incompleto– fue apuñalada por el propio Mailer, una lindura, una burrada marginal. Es decir que Mailer empezó a somatizar sus ideas sobre el Psicópata de maneras interesantes. El chico bueno de Brooklyn se rebelaba. Le hubiese gustado a nuestro escritor una mujer que existiese un poco menos, quizá. Por si fuera poco, fue candidato a la alcaldía de Nueva York. Es un tipo complicado. Es un autor que ha recibido burla y respeto a partes iguales. No ha recibido el Nóbel, sin embargo. Pero lo merece.
Un cierto día de principios de septiembre
El periodismo objetivo no existe, velocísima mentira todavía en boga en las salas de redacción y durante los cursos pálidos –y no por pálidos menos delirantes– que ofrecen las facultades de Comunicación de Guatemala. Asumo que es un mal necesario. Pero dudo que sus principales propugnadores lo consideren así: un mal necesario. Entiendo que se pueda hacer un periodismo seco; es un periodismo político, sin asideros, que no permite impugnación. Pero, en los términos filosóficos más elementales, no se puede hablar de un periodismo objetivo.
En mi opinión, no solamente el periodismo objetivo no existe, además me parece que es mejor hacer un periodismo subjetivo a un periodismo seco. Se ha probado con creces que hay otras formas más reveladoras, menos mentirosas, menos pretenciosas, quiero decir, más auténticas, de hacer periodismo. Yo creo en el periodismo literario, en el periodismo de autor.
En la historia universal del periodismo los estadounidenses ocupan un lugar meritorio. Y entre los estadounidenses cabe a mencionar a todos aquellos que hoy son catalogados como parte de la escuela del Nuevo Periodismo. Discernir si la etiqueta es correcta o no ciertamente no es el propósito de este artículo. En todo caso, y para efectos prácticos, pondremos rápidamente en un mismo saco a Wolfe, a Capote, a Mailer. Así lo hace el resto del mundo.
¿Qué aportó Mailer?
El mundo es un dilema de pronombres. Puesto de otra manera, domina el mundo el que domina los pronombres personales. Hablo de una destreza poética y política que consiste en saltar del “yo” al “tú”, o del “nosotros” al “él”, del “tú” al “ellos”, y así sucesivamente y en el orden deseado. El novelista, al dominar el punto de vista, domina la psicología del ser humano. Alteridad pura, alquimia del otro.
El periodismo oficial se ha instalado neuróticamente en el pronombre “él” (y a veces, más raro, en “ellos”). Opina el Procurador, el Presidente o la Víctima. Es “él” quién opina. “Él” es un pronombre impersonal que infunde en el artículo, recíprocamente, un punto de vista impersonal, objetivo, omnisciente, decimonónico. Nos entendemos.
Aquí me parece apropiado hablar de Los Ejércitos de la Noche. Lo que hizo Mailer es bastante simple, pero revolucionario a su manera. Mailer se introdujo a sí mismo en la crónica de los eventos de la marcha de Washington de 1967, pero como si de alguien más se tratase. Habla de sí mismo en tercera persona. Así por ejemplo, en la segunda página encontramos: “Un cierto día de principios de septiembre, el año de la primera marcha contra el Pentágono, 1967, el teléfono sonó por la mañana, y Norman Mailer, siguiendo su principio del juego al azar, lo descolgó”.
¿Qué aporta Mailer aquí? Dos cosas, la primera siendo que al hablar de sí mismo de esta manera está matizando un paso intermedio entre la tercera y primera persona, y por lo tanto facilitando el tránsito alquímico entre un pronombre y el otro. La alquimia es la ciencia de convertir un cuerpo en otro. En el periodismo, la ciencia de convertir un cuerpo en otro se llama talento.
La segunda cosa que hizo Mailer al hablar de sí mismo en tercera persona es introducir el humor. El humor es la Gran Bruja Perseguida del periodismo. El humor es un tabú altamente cotizado. Porque, ¿cómo voy a hablar de los muertos–de–hambre, de los sidosos, de los asesinos seriales… con humor? Y sin embargo Mailer lo hizo: habló del más grande y espinoso episodio histórico de los EU (Vietnam) jugando.
He comprado, por jugar justamente, un libro que se llama 101 experiencias de filosofía cotidiana. Esta obra reúne 101 juegos excéntricos, lúdicos, risueños, como “correr por un cementerio”, o “provocarse un dolor breve”, o “ver a una mujer en la ventana”. El primero de los ejercicios es “llamarse a sí mismo”. Allí me tenían, llamándome durante veinte minutos a mí mismo, en distintos tonos y maneras: “Maurice, Maurice…” La verdad es que después de un rato empecé a creer en serio que alguién más me estaba llamando. Muy raro. Ahora piensen lo que puede significar escribir una novela entera en tercera persona. Más raro todavía.
“Pero, ¿es esto solamente un esparcimiento para usted?”, interrumpe el lector, suspendido en indignación. No, por supuesto. También hay una razón moral en todo esto, y es de Mailer: The reader is entitled to be aware of the bent of the man or woman pretending to be that quintessential impostor, the fair and accurate journalist.
A ver: encontré una mejor cita, con la misma idea, en español: “Idealmente, no sólo debes describir el suceso y recubrirlo con tu percepción del mismo, sino decir al lector: “Esta es la clase de hombre o de mujer que soy. Así capto el acontecimiento. Ahora usted, que me conoce a mí y conoce el acontecimiento, puede prescindir de mí y observar el acontecimiento; y sacar sus propias conclusiones. Pueden ser distintas a las mías”. (Algunas palabras sobre la escritura de novelas, Entrevista con Joseph McElroy y su taller literario de Columbia.)
El arte spooky
El patch work, el cut and paste. El último libro de Mailer se llama The spooky art, y reúne variadas ideas y textos de Mailer. Lo que hizo fue simplemente ponerlos todos en un mismo sitio. Esa manía totalizante y capitalizante de unidad (verificada en Advertisements for myself, en Pontificaciones, The Time of Our Time).
Es una buena introducción a Mailer. Especialmente si el lector además de leer desea escribir. Porque aquí encontrará una ancha cristalera de ideas –a un tiempo inquietantes, alimenticias– que deberían en principio remover algo en su interior de potencial interesado. Talvez se sentirá ligeramente mal… solamente recordemos que es normal sentirse mal: es la náusea que provoca estar consciente de un oficio tan complejo y tan ingrato: el oficio de hacer novelas. Y está todo: desde el aspecto formal de la obra de arte hasta la vida social del artista, el draft y las ideas (habla Mailer aquí de su teoría de los “cristales”), el periodismo, la moral, la identidad, el cuerpo y el inconsciente, incluso la magia, etcétera. Después de leerlo yo me fui a lavar las manos. Escribir es más difícil de lo que generalmente se piensa. Escribir no es solamente un asunto de pensar. Aunque eso ya sería suficiente. El novelista se deprime como un loco; ha permitido en su cuerpo una enfermedad larga, nobiliaria, que momifica todos los episodios y áreas de su vida. Mailer, a sus ochenta años, ha vencido lo suficiente esta enfermedad como para dejarnos una treintena meritoria de libros, lo que se dice una obra: una obra coherente. Dice Mailer en una entrevista: “Puede parecer petulante, pero creo que poseo una filosofía coherente. Creo que podemos empezar a conversar virtualmente de cualquier cosa y antes de terminar podría relacionar el tema con casi cualquier elemento de mi universo”. De igual manera, los libros de Mailer son necesarios entre ellos, se postulan y remiten unos a otros. Una bibliografía tan ineludible que uno se pregunta qué es lo que esperan en Estocolmo para darse cuenta de ello.
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