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Arde en silencio Marré


Un texto para la fenecida revista Taxi, revista que a mí me pareció siempre a su modo excelente. m.



Nuevo libro de Alejandro Marré, llamado times new roman punto 12. Ya ha pasado algún tiempo desde la última que vez que sabemos algo del Marré poeta. Marré se ha dedicado a muchas cosas, pero no se ha dedicado a publicar. Más le hemos seguido la pista con su trabajo visual. Finalmente Marré se rasca. Y la Editorial Cultura también: ha optado por carne más fresca. Ahora se puede decir, sin pudores, que Marré tiene un libro en dónde aparece la nómina del Ministerio de Cultura y Deportes (Ministro Primer Viceministro Segundo Viceministro etcétera) y que times new roman punto 12 constituye el No. 43 de la Serie Rafael Landivar. Marré ya estará haciendo un poema con ello…

El texto que sigue es una especulación sobre Marré y el trabajo de Marré. A lo mejor son un montón de estupideces. A lo mejor lo que piensa y siente Marré es otra cosa por completo.


Marré es un poeta

Y la poesía un grito. “Habría que gritar media hora diaria”, observa Marré (p. 12). Aquí hay por lo menos un acto de fe. Un acto de fe en la poesía. ¿Pero en qué consiste esta fe?

En primer lugar, la poesía es una táctica portadora de libertades íntimas. Por momentos, algo nos permite decir que Marré cree en el hecho poético (siendo un poeta paródico, no es tampoco evidente). “Diré lo que quiera…” (p. 10).

Siendo un poeta paródico, es todavía un poeta de la nostalgia, de la melancolía. Mientras el poeta siga creyendo en un paraíso perdido, mientras el poeta siga añorando, el poeta estará a salvo.

Por último, está la fe de orden político. La poesía sacude la conciencia burguesa. Marré epata al buen burgués. Hace algunos años, en un perfomance que nos recuerda a Jodorowski, se casa con una vaca, delante de una iglesia. Esas cosas.


Marreísmo, Marrecentrismo, o la Victoria de los Marreros

Si bien Marré tiene fe en la poesía, se da cuenta que hay una poesía auténtica y una poesía falsa. En tal caso, conviene derribar a los poetas falsos. Marreísmo o muerte, o algo parecido, decía además Marré hace algunos años. Hay en esa expresión una burla a los manifiestos, por medio del manifiesto justamente, en su tono, y en su forma. Marré se revela ante nosotros como miembro de la clase pensante cínica. Pero a estas alturas, era un cínico incluso moral, que buscaba separar lo burdo de lo sacro a través del procedimiento seudoalquímico llamado cinismo. La intención inmediata era preservar la libertad poética, por medio de la ambigüedad.


El silencio capitalista

No obstante, el capital se lo traga todo. Se traga cualquier cinismo. Eso ya lo había dicho Marcuse, con sus palabras, en los sesenta.

Llega un momento cuando la paradoja como instrumento desacralizador del poder se vuelve una secuencia en sí misma, se autodesacraliza. El cínico perpetúa el poder. Se hunde en nuevas prisiones secuenciales. Hablaremos entonces de una cultura alienada. “Ahora soy un sticker,/ una t–shirt,/ un oquey”.

No se puede hacer manifiestos anti–manifiestos toda la vida sin sentir que una inmensa podredumbre se apodera de uno a razón de un asco por minuto. El poeta nada cambia, no origina ninguna revolución. O dicho en las palabras de Marré (p. 11): “El poeta es un trapecista ciego/ dando volteretas sobre una cama en llamas (…)”.

El cinismo al fin termina corroborando el poder, por medio del detergente del tedio. El poder lava a sus enemigos. Los descafeína. Les quita la suciedad, la audacia, la originalidad.

Así es como el cínico, antes liberador, ahora está al servicio de las “vanas repeticiones”. Sumergido hasta el cogote en este juego, Marré se convirtió en el artista que decía lo clónico, lo robótico, lo reproductivo. Marré se convirtió en el artista de lo serial. Y murió en el intento, “con ese aire mortuorio/ que tanto nos excita” (p. 21). O dicho en las palabras de Marré: “creo que es hora de regresar a casa/ sin nada nuevo qué contarle a mis fantasmas” (p. 24). Marré se ha topado con el silencio desesperante de la reproducción.

Regresar a casa, regresar al trabajo. Ya no hay poesía, pero hay que trabajar. El trabajo es una alienación casi ineludible, “de 7 a.m. a 5 p.m.,/ por los siglos de los siglos,/ amén.” El silencio desesperante de la reproducción tiene su modalidad práctica en la vida laboral. Puede ser que Marré ha sufrido con el hecho de tener que trabajar, es decir reproducir sin elección creativa. El poeta cede, desencantado, a las exigencias terrenales. “Esclavo de las horas pico” (p. 33), nos dice. “Una vida de alquiler” (p.26). “Le he vendido el alma al mundo”, (p. 33). “(…) el sueldo mínimo/ me repite incisamente la falacia de la libertad” (p. 25). “Mi esqueleto alquilado (…)” (p. 35).

Está sumergido en lo falso. “Una verdad perece bajo las llantas/ de un colectivo ruidoso y preparado/ para mentirse desde el fondo/ de toda la mentira” (p. 20). ¿Cómo salir de allí? No sabe: silencio. Artist´s block. O como se llame.


El silencio de la poesía

Ha llegado el silencio definitivo. “Luego hago cola para el matadero,/ porque aquí es más importante el silencio” (p. 13). Lo que antes era desconfianza en la cultura de la poesía ahora es desconfianza en la poesía a secas. El oráculo ya no quiere decir nada. Marré se pregunta acerca de la obra no hecha, no dicha. “Y me pregunto por el cansancio personal de cada hora,/ frente a los instantes más sublimes que no alcanzo a ver” (p. 30). Habla de “esos libros que no escribiré” (p. 36). Marré ha visto la Ceniza del Oficio. “Nos veremos siempre al final de las palabras/ sin palabras para mencionar sobre el silencio” (p. 37).

Y es cuando, milagrosamente, algo empieza a suceder con ciertos de sus poemas (no todos, en ese sentido times new roman punto 12 es un libro de transición, o acaso tiene poemas de varias épocas, o poemas viejos corregidos recientemente, en fin). En efecto, el silencio ha limado los poemas de Marré, mejorándolos, dejándolos más redondos, más plenos de sentido, más economizados (ver primer poema, p. 9).

¿Por qué ha sucedido esto? Posiblemente, su experiencia como individuo le ha servido a Marré bastante. Se ha ido decantando a través de ciertos fracasos (todos tenemos fracasos) que lo han dejado más cerca de esa zona incómoda, ya insoportable, de lo genuino, de las Cosas tal Cual Son, de las Cosas no Adornadas con Piruetas Significativamente Cínicas.

Sobre todo –de manera inconsciente o abierta– Marré se está haciendo ciertas preguntas, así parece, y llegando a interesantes conclusiones: “Sólo puedo decir que Dios no es el problema,/ el problema son los traductores” (p. 48). Al preguntarse sobre lo que significa el silencio, al inquirir sobre el valor del silencio (“el llamado ausente de un algo/ que nos llama sin llamarnos”) Marré se está preguntando sobre el sentido de la poesía. Es en ese momento cuando la poesía paródica o capitalista cede su lugar a una poesía verdadera. Sólo al toparse con el silencio, el poeta empieza a ser. En un momento incluso no habla del “silencio que despierta” (p.19). Incluso nos deja un koan: “Nada será verdadero dentro de poco, ni siquiera la mentira” (p. 45).


Breve epílogo


Como ya dijimos, en este libro conviven dos formas de poesía: la verdadera, de un lado; la paródica y superficial, del otro. Basta con ver los dos últimos poemas del libro para darse cuenta de ella. Acaso esta convivencia es necesaria, para que el trasvase sea certero y el verdadero silencio reine sobre las cosas poéticas. O a lo mejor un silencio no puede sino nacer del otro. Pero eso es pregunta para otro artículo.

1 comentario:

Alejandro Marré dijo...

Master, navegando en la web me econtré con su espacio. Que bueno saber de usted por sus textos y sus apariciones en el blogoespacio. Por cierto nunca te dije que me habia gustado mucho el acercamiento que tuviste con el Times y con mi persona. Tocaste los puntos vitales que motivaron el libro e incluso las referencias personales que tengo. Jodorowsky mano!
que buena onda, Bueno, un abrazo, espero que estés bien y produciendo lo que te gusta.

 
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