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echeverría

Don Mario


Monteforte… lo voy a admirar siempre. Lo recuerdo: hablándome de Guayasamín, o de Mao, de Pound, o Dylan Thomas, de sus mujeres o de sus amigos. “Los amigos es lo que uno ha hecho”, me explicó.

Escribió teatro, ensayo, ficción, poesía, todo.

Monteforte era un columnista dedicado. En Guatemala es peligroso dedicarse a la columna y al periodismo de autor. No es muy seguro que alguien –un editor competente, por ejemplo, o justamente un amigo– luego se tome el tiempo de unificar lo disperso y la diáspora de los días y los diarios olvidados para hacer un solo libro agrupador de tus textos periodísticos. El escritor de periódicos se está sacrificando a sí mismo con el tosco pedernal del olvido.

No soportaba a Cardoza, no soportaba que la literatura fuesen palabras y temulentos juegos verbales. Monteforte era un narrador. Mientras Cardoza leía a los surrealistas franceses, don Mario respetaba a los grandes novelistas –y poetas– de lengua inglesa. (Por supuesto, también leyó a aquellos, y supongo que también los respetó.) “Inglaterra tiene en todos los momentos a lo largo de su vida la mejor literatura”, me dijo en una ocasión.

Sobre todo, cabe recordar al hombre de la vida, enojado y de la vida. Su vitalidad era mejor que la mía, a pesar de que nos separaban sesenta años. Al final, estaba en lo de su película, y en sus libros y sus memorias, escribía en diarios, y así millones de cosas. Era un monstruo. “Me despierto religiosamente a las seis de la mañana, matemáticamente. Me voy a ver el periódico si lo hay, y luego me pongo a leer hasta las ocho de la mañana. Dos horas de lectura. A las ocho hago gimnasia, y me desayuno. Después me voy a montar…” Monteforte me contaba su horario bestial. Eso lo mantuvo vivo; el viejo casi cumplió el siglo.

Ahora sin Monteforte, sin Monterroso, ha quedado un vacío enorme, un desierto de palabras no dichas, que habrá que llenar con ambición, talento y personalidad. ¿Existe alguien en Guatemala con tales virtudes? De momento lo dudo. A los escritores ya no los hacen como los de antaño: blindados. Rápido dejan de creer en la literatura, se deprimen, son cínicos. No sirven para nada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me extraña su idolatria por estos escritores irrelevantes. Sorry, relevantes en la provincia de guatemala, pero irrelevantes universalmente. Corte ese cordón unbilical montefordiano, cardoziano, y verá que así llegará a ser el escritor que quiere, debe y merece ser. Tiene gran talento, pero salga del pueblo. Entiérrelos.
Ya pasaron de moda y son irrelevantes.

 
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