Amigos y amigas del PARLACEN, colegas escritores, y otras personas que
nos acompañan, tengan ustedes una agradable tarde.
Me gustaría compartir una idea de carácter personal. Me parece que
éste es el foro y momento propicio para hacerlo.
Cuando yo era un ente joven –y el espejo ya no me certifica del todo
como tal– pues solía tener muchas amistades y conexiones –muy bellas, tan deletéreas–
en el mundo de la música. En particular, bandas de rock, agrupaciones con
sueños brutales de energía y franca sed de feedback. Lo triste solamente era ver
cómo estas bandas vivían en un perpetuo estado de fragilidad, por no contar con
los recursos para patrocinarse la dignidad, el carmín de su oficio, por no
tener un medio que pudiese apoyarlas a consciencia. ¿No sería óptimo, me decía,
me preguntaba yo, que existiera una especie de circuito subcontinental completamente
operativo para ellas las bandas, con efecto de ponerlas en gira permanente,
rotando en múltiples escenarios del istmo, dragando sus recursos ya no solo de un
propio país de origen sino de la más grande superficie centroamericana? Un
tanto inspirado en aquel sueño tan adolescente, escribí hace poco el cuento El Gran Toque, mismo que me tiene
reunido aquí con ustedes.
Esa idea que tuve de crear una interzona auditiva era mi versión a
escala, si ustedes quieren, de la integración centroamericana, vista naturalmente
a través de mi mundo particular de entonces.
Por estos días he estado revisitando aquel primitivo bosquejo mío,
reformulándolo en un encuadre más amplio y maduro. ¿Por qué limitarlo después
de todo a la experiencia sensacional pero contenida de las bandas de rock, siendo
nuestro registro expresivo tan exuberante? Y aquí estoy hablando de crear
corredores formales de conceptos, imágenes, símbolos, procesos, sinergias en América
Central, y constituir lo que para el caso se me ocurrió llamar los “Refugios Culturales”.
Piénsese en éstos como auténticos campamentos base para hospedar
iniciativas itinerantes, ya sea estéticas o intelectuales, a lo largo de toda
la región, facilitando el intercambio heurístico y la creación de condiciones
dignas de trabajo para nuestros activistas de la cultura. Además de acomodar a
los propios creadores, estos centros acomodarían pues su obra y su visión. Ello
supone contar con las instalaciones físicas y curatoriales pertinentes que
permitan crear eventos de primerísima factura, en múltiples expresiones creativas,
con una mentalidad de siglo XXI, una agudeza mediática impecable, y una agenda a
todas luces robusta. Tampoco estoy refiriéndome a diseños babélicos y
quijotescos, como si en lugar de hablar de Guatemala o Tegucigalpa hablásemos
de Praga, Paris o Amberes. Sobre todo hay que ser orgánicos. Pero se ha visto
un millón de ejemplos en el universo de la cultura donde la limitación no
necesariamente riñe con el decoro, inclusive lo enmarca, lo facilita, lo
estimula, en un marco de patrocinio y administración inteligentes. Sería sobre
todo interesante que este espacio parlamentario en el cual hoy me encuentro absorbiera
en alguna medida la idea, y descubriera una manera de echarla a andar, a lo
mejor a través de fórmulas mixtas de padrinazgo.
Los Refugios Culturales estarían a mi modo de ver presentes en cada
país del área, su propósito básico siendo el de intermediar una ciudadanía centroamericana
basada en la connivencia de la imaginación. En especial, se buscaría excitar
líneas de investigación en torno a las identidades de los países del istmo y
afines a éste, pero siempre apoyando una mística de equivalencia.
A mi parecer, la cultura es un poderoso pegamento y cohesionador,
sobre todo en esta época en donde si bien es cierto estamos atestiguando una
pasión jamás antes vista por la hiperconectividad, no podemos negar la
emergencia de a puño de un sinnúmero de desastres divisorios.
En efecto, nuestros relatos unificadores de desarrollo viven un
momento de crisis. Esto es debido a múltiples razones. Primero, porque no hemos
sabido concebir un sistema atinado de esclusas entre lo local y lo global, y
hoy estamos pagando serias consecuencias por ello. Segundo, porque estamos
viviendo una reacción brusca de los centros sempiternos de poder. Y tercero,
porque hay contrarrelatos haciéndonos la competencia, como el narco o las
pandillas.
Miren ustedes la situación europea de hoy, esa garganta quemándose en
la noche de las economías, una pesadilla real que amenaza con ponerse mucho peor.
Allí está el lado sombra de un formato de integración geopolítica y financiera
que sin embargo lleva décadas de diseño y arquitectura institucional. Queda
fuera de la cuestión abdicar las especifidades e idiosincracias nacionales, o
de lo contrario veremos millares de molotovs coagularse súbitamente en las
calles. Pero por otro lado la estabilidad de la eurozona demanda precisión
dactilar, rigor fiscal, austeridad cuasiyóguica, única manera de evitar la
furia y demencia dominó.
En el caso preciso de Centroamérica, pues tienen ustedes funcionarios
del PARLACEN un reto extraordinario. ¿Cómo sojuzgar la tendencia al
ensimismamiento y la insularidad en la región, cómo crear un poderoso perfil
institucional en plena multiperspectividad, cómo generar acción visionaria y
ensuciarse como se dice las manos, sin por ello devaluar el consenso, cómo
convencer las identidades políticas de ser sí mismas y ser asimismo otras, cómo
mantener la integridad de los puentes cuando hay zonas nacionales que se caen
dramáticamente a pedazos, cómo revertir el imperio integrativo del miedo, y cómo
invertir en suma el fragmentario?
Yo no soy ningún especialista, sólo un escritor, que es ya decir un
diletante, así que no puedo sugerir soluciones económicas, políticas que
aseguren la correcta fluidez de bienes, servicios, leyes y políticas en la
región, y nos distingan en una comunidad mundial. Tales cábalas me superan por
completo, y se las dejo a ustedes más sabios que uno. Me limito a un territorio
inexacto, el de la producción cultural. Ahora bien, aún siendo un territorio
así de inexacto, tan poco medible, tan subjetivo, tan parcial respecto al movimiento
de la realidad toda, es simultáneamente un territorio extremadamente poderoso y
significativo. Las ideas –hoy más que nunca– viajan más rápido que los
productos. A donde va la cultura, lo demás sigue. En las próximas décadas, y en la medida en
que el tejido de las comunicaciones no cooptadas prolifere y se refine, veremos
cómo estas mismas ideas establecen foros nucleares de empuje o disentimiento,
acelerar la construcción y colapso de gobiernos, y amoldar más y más los
mercados financieros. Siguiendo esa tendencia, me parece que Morazán debe
revivir como una conversación profunda. Ya no como una consigna sino como una intimidad
de las ideas. No podemos subestimar el calor benigno producido por el fuego beato
de la cultura. Me parece que la activación de los “refugios” y la formalización
de un movimiento de trekking o senderismo cultural en esta parte de América
podría convertirse en un poderoso catalizador de la unidad en la región. Hoy,
que es día del artista nacional en Guatemala, por qué no pensar más bien en una
raza de artistas centroamericanos.
Bien, ahora
que ya he compartido esta visión con ustedes, quisiera por supuesto dar las
gracias al PARLACEN por el reconocimiento que me otorga esta tarde. Sepan que tal
distinción y presea es recibida con la alegría más pura. Resignifica a nivel
personal mi confianza en los certámenes, de los cuáles ya me había de tajo
alejado. Pero sobre todo me da gusto recibir este premio en tanto que considero
de vital importancia que las instituciones atestigüen, presencien, involucren a
los creadores en su épica particular. En lo que a mi persona respecta, me
siento más animado que nunca a comprometerme con el ideal profundo, atávico, y
energético, de una Centroamérica integrada. Así que nuevamente muchas gracias.
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