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Senderismo cultural en América Central

Texto leído en el PARLACEN, durante la entrega del Premio Centroamericano de Cultura Miguel Ángel Asturias 2011. Muy aplaudido por los parlamentarios.



Amigos y amigas del PARLACEN, colegas escritores, y otras personas que nos acompañan, tengan ustedes una agradable tarde.

Me gustaría compartir una idea de carácter personal. Me parece que éste es el foro y momento propicio para hacerlo.

Cuando yo era un ente joven –y el espejo ya no me certifica del todo como tal– pues solía tener muchas amistades y conexiones –muy bellas, tan deletéreas– en el mundo de la música. En particular, bandas de rock, agrupaciones con sueños brutales de energía y franca sed de feedback. Lo triste solamente era ver cómo estas bandas vivían en un perpetuo estado de fragilidad, por no contar con los recursos para patrocinarse la dignidad, el carmín de su oficio, por no tener un medio que pudiese apoyarlas a consciencia. ¿No sería óptimo, me decía, me preguntaba yo, que existiera una especie de circuito subcontinental completamente operativo para ellas las bandas, con efecto de ponerlas en gira permanente, rotando en múltiples escenarios del istmo, dragando sus recursos ya no solo de un propio país de origen sino de la más grande superficie centroamericana? Un tanto inspirado en aquel sueño tan adolescente, escribí hace poco el cuento El Gran Toque, mismo que me tiene reunido aquí con ustedes.

Esa idea que tuve de crear una interzona auditiva era mi versión a escala, si ustedes quieren, de la integración centroamericana, vista naturalmente a través de mi mundo particular de entonces.

Por estos días he estado revisitando aquel primitivo bosquejo mío, reformulándolo en un encuadre más amplio y maduro. ¿Por qué limitarlo después de todo a la experiencia sensacional pero contenida de las bandas de rock, siendo nuestro registro expresivo tan exuberante? Y aquí estoy hablando de crear corredores formales de conceptos, imágenes, símbolos, procesos, sinergias en América Central, y constituir lo que para el caso se me ocurrió llamar los “Refugios Culturales”.

Piénsese en éstos como auténticos campamentos base para hospedar iniciativas itinerantes, ya sea estéticas o intelectuales, a lo largo de toda la región, facilitando el intercambio heurístico y la creación de condiciones dignas de trabajo para nuestros activistas de la cultura. Además de acomodar a los propios creadores, estos centros acomodarían pues su obra y su visión. Ello supone contar con las instalaciones físicas y curatoriales pertinentes que permitan crear eventos de primerísima factura, en múltiples expresiones creativas, con una mentalidad de siglo XXI, una agudeza mediática impecable, y una agenda a todas luces robusta. Tampoco estoy refiriéndome a diseños babélicos y quijotescos, como si en lugar de hablar de Guatemala o Tegucigalpa hablásemos de Praga, Paris o Amberes. Sobre todo hay que ser orgánicos. Pero se ha visto un millón de ejemplos en el universo de la cultura donde la limitación no necesariamente riñe con el decoro, inclusive lo enmarca, lo facilita, lo estimula, en un marco de patrocinio y administración inteligentes. Sería sobre todo interesante que este espacio parlamentario en el cual hoy me encuentro absorbiera en alguna medida la idea, y descubriera una manera de echarla a andar, a lo mejor a través de fórmulas mixtas de padrinazgo.

Los Refugios Culturales estarían a mi modo de ver presentes en cada país del área, su propósito básico siendo el de intermediar una ciudadanía centroamericana basada en la connivencia de la imaginación. En especial, se buscaría excitar líneas de investigación en torno a las identidades de los países del istmo y afines a éste, pero siempre apoyando una mística de equivalencia.

A mi parecer, la cultura es un poderoso pegamento y cohesionador, sobre todo en esta época en donde si bien es cierto estamos atestiguando una pasión jamás antes vista por la hiperconectividad, no podemos negar la emergencia de a puño de un sinnúmero de desastres divisorios.  

En efecto, nuestros relatos unificadores de desarrollo viven un momento de crisis. Esto es debido a múltiples razones. Primero, porque no hemos sabido concebir un sistema atinado de esclusas entre lo local y lo global, y hoy estamos pagando serias consecuencias por ello. Segundo, porque estamos viviendo una reacción brusca de los centros sempiternos de poder. Y tercero, porque hay contrarrelatos haciéndonos la competencia, como el narco o las pandillas.

Miren ustedes la situación europea de hoy, esa garganta quemándose en la noche de las economías, una pesadilla real que amenaza con ponerse mucho peor. Allí está el lado sombra de un formato de integración geopolítica y financiera que sin embargo lleva décadas de diseño y arquitectura institucional. Queda fuera de la cuestión abdicar las especifidades e idiosincracias nacionales, o de lo contrario veremos millares de molotovs coagularse súbitamente en las calles. Pero por otro lado la estabilidad de la eurozona demanda precisión dactilar, rigor fiscal, austeridad cuasiyóguica, única manera de evitar la furia y demencia dominó.

En el caso preciso de Centroamérica, pues tienen ustedes funcionarios del PARLACEN un reto extraordinario. ¿Cómo sojuzgar la tendencia al ensimismamiento y la insularidad en la región, cómo crear un poderoso perfil institucional en plena multiperspectividad, cómo generar acción visionaria y ensuciarse como se dice las manos, sin por ello devaluar el consenso, cómo convencer las identidades políticas de ser sí mismas y ser asimismo otras, cómo mantener la integridad de los puentes cuando hay zonas nacionales que se caen dramáticamente a pedazos, cómo revertir el imperio integrativo del miedo, y cómo invertir en suma el fragmentario?

Yo no soy ningún especialista, sólo un escritor, que es ya decir un diletante, así que no puedo sugerir soluciones económicas, políticas que aseguren la correcta fluidez de bienes, servicios, leyes y políticas en la región, y nos distingan en una comunidad mundial. Tales cábalas me superan por completo, y se las dejo a ustedes más sabios que uno. Me limito a un territorio inexacto, el de la producción cultural. Ahora bien, aún siendo un territorio así de inexacto, tan poco medible, tan subjetivo, tan parcial respecto al movimiento de la realidad toda, es simultáneamente un territorio extremadamente poderoso y significativo. Las ideas –hoy más que nunca– viajan más rápido que los productos. A donde va la cultura, lo demás sigue.  En las próximas décadas, y en la medida en que el tejido de las comunicaciones no cooptadas prolifere y se refine, veremos cómo estas mismas ideas establecen foros nucleares de empuje o disentimiento, acelerar la construcción y colapso de gobiernos, y amoldar más y más los mercados financieros. Siguiendo esa tendencia, me parece que Morazán debe revivir como una conversación profunda. Ya no como una consigna sino como una intimidad de las ideas. No podemos subestimar el calor benigno producido por el fuego beato de la cultura. Me parece que la activación de los “refugios” y la formalización de un movimiento de trekking o senderismo cultural en esta parte de América podría convertirse en un poderoso catalizador de la unidad en la región. Hoy, que es día del artista nacional en Guatemala, por qué no pensar más bien en una raza de artistas centroamericanos.

Bien, ahora que ya he compartido esta visión con ustedes, quisiera por supuesto dar las gracias al PARLACEN por el reconocimiento que me otorga esta tarde. Sepan que tal distinción y presea es recibida con la alegría más pura. Resignifica a nivel personal mi confianza en los certámenes, de los cuáles ya me había de tajo alejado. Pero sobre todo me da gusto recibir este premio en tanto que considero de vital importancia que las instituciones atestigüen, presencien, involucren a los creadores en su épica particular. En lo que a mi persona respecta, me siento más animado que nunca a comprometerme con el ideal profundo, atávico, y energético, de una Centroamérica integrada. Así que nuevamente muchas gracias.  

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